En este periodo se
destacan, como educadores de gran prestigio, Ramón Emilio Jiménez, Max Enríquez
Ureña y su hermano Pedro Henríquez Ureña; Ercilia Pepín, Aureora Tavarez
Belliard, entre otros.
Al inicio de la Era de Trujillo
fue nombrado Administrador General de Educación Ramón Emilio Jiménez, quien
realizo grandes esfuerzos para ampliar la oferta de la educación primaria. Jiménez
fue sustituido en el cargo por el ilustre intelectual Max Henríquez Ureña.
Tratando de establecer
un punto de partida para reorientar la educación, Max Enríquez Ureña realizó un
diagnostico del sector, cuyos resultados fueron expuesto en un detallado informe
que envió al Gobierno Central. Por su modo de pensar consideraba que “Para mejorar
la educación es necesario mejorar la realidad social que le sirve de
fundamento”. Por otra parte, planteó “nuestra legislación pedagógica es a tal grado ilógica en algunos aspectos,
que no exige capacidad determinada para regentear un aula de enseñanza
primaria. Es inconcebible que cualquiera puede ser maestro sin un mínimo de
preparación y de esfuerzo intelectual, cuando a veces no basta una vida para
llegar a serlo e veras” (Nivar, op.cit.).
La labor de Max Henríquez
Ureña fue continuada por su hermano Pedro Henríquez Ureña, quien ofreció cursos
de capacitación para maestros y creó, en enero de 1932, las practicas
pedagógicas con un año de duración, en interés de mejorar la formación de los
docentes.
Ercilia Pepín cuya
labor educativa fue innovadora, incorporó el uso de uniforme escolar, las
asignaturas artes manuales, canto, gimnasia, dibujos y uso de mapas en la
primaria. Hizo énfasis en un lenguaje respetuoso entre maestros y alumnos. Su
incidencia en la vida pública fue significativa en el período de la
intervención norteamericana de 1916, como ya se señalo.
Aurora Tavarez
Belliard, educadora y escritora, promovió la cultura atreves de sus libros,
entre los que se encuentran Cartilla y Moral y Cívica.
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